El Papa Francisco dio inicio este martes al Jubileo ordinario 2025 con la solemne apertura de la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro y explicó el significado de este Año Santo, centrado en la esperanza, y pidió "levantar la voz contra el mal y las injusticias, especialmente las que afectan a los más pobres".
Ante la presencia de más de 30.000 fieles, el Sumo Pontífice llamó a la pesada e imponente puerta de bronce antes de permanecer en silencio en su umbral y entrar en la monumental basílica, seguido de una larga procesión, mientras las campanas repicaban en el exterior.
Posteriormente, Francisco, de 88 años, celebró seguidamente, como cada año, la misa de Nochebuena. Durante su homilía, el Papa vinculó el nacimiento del niño Jesús con la esperanza: “El infinitamente grande se hizo pequeño; la luz divina brilló entre las tinieblas del mundo; en la pequeñez de un Niño, la gloria del cielo se asomó a la tierra. Y si Dios viene, aun cuando nuestro corazón se asemeja a un pobre pesebre, entonces podemos decir: la esperanza no ha muerto, la esperanza está viva, y envuelve nuestra vida para siempre”, afirmó.
“Hermanos y hermanas, con la apertura de la Puerta Santa damos inicio a un nuevo Jubileo. Cada uno de nosotros puede entrar en el misterio de este anuncio de gracia. En esta noche, la puerta de la esperanza se ha abierto de par en par al mundo; en esta noche, Dios dice a cada uno: ¡también hay esperanza para ti! Para acoger este regalo, estamos llamados a ponernos en camino con el asombro de los pastores de Belén”, añadió.
Qué dijo el Papa Francisco en la Misa de Nochebuena
Destacó entonces que “la esperanza cristiana no es un final feliz que hay que esperar pasivamente”, sino que “nos pide que no nos demoremos, que no nos dejemos llevar por la rutina, que no nos detengamos en la mediocridad y en la pereza”.
“Nos pide, diría san Agustín, que nos indignemos por las cosas que no están bien y que tengamos la valentía de cambiarlas; nos pide que nos hagamos peregrinos en busca de la verdad, soñadores incansables, mujeres y hombres que se dejan inquietar por el sueño de Dios; el sueño de un mundo nuevo, donde reinan la paz y la justicia”, siguió.
“La esperanza que nace en esta noche no tolera la indolencia del sedentario ni la pereza de quien se acomoda en su propio bienestar; no admite la falsa prudencia de quien no se arriesga por miedo a comprometerse, ni el cálculo de quien sólo piensa en sí mismo; es incompatible con la vida tranquila de quien no levanta la voz contra el mal ni contra las injusticias que se cometen sobre la piel de los más pobres. Al contrario, la esperanza cristiana, mientras nos invita a la paciente espera del Reino que germina y crece, exige de nosotros la audacia de anticipar hoy esta promesa, a través de nuestra responsabilidad y nuestra compasión”, explicó.
“Todos nosotros tenemos el don y la tarea de llevar esperanza allí donde se ha perdido; allí donde la vida está herida, en las expectativas traicionadas, en los sueños rotos, en los fracasos que destrozan el corazón; en el cansancio de quien no puede más, en la soledad amarga de quien se siente derrotado, en el sufrimiento que devasta el alma; en los días largos y vacíos de los presos, en las habitaciones estrechas y frías de los pobres, en los lugares profanados por la guerra y la violencia”, subrayó también. “El Jubileo se abre para que a todos les sea dada la esperanza del Evangelio, la esperanza del amor, la esperanza del perdón”, resaltó. (Con información de AFP y La Nación)